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28 julio 2021
Autor: Mª Ángeles Saz Merchán
Duración aproximada de lectura: 5 min

enfermerosMi primer día de prácticas en el Servicio de Urgencias de Hospital Campo Grande, resultó un poco duro a la vez que desconcertante. Sentía un cúmulo de emociones, nervios, miedo, porque a pesar de haber trabajado como auxiliar de enfermería en el Servicio de Urgencias del Hospital Rio Hortega, no pude evitar contener esos sentimientos.

Al llegar a urgencias lo primero que hice fue presentarme ante la supervisora y el resto de profesionales que se encontraban allí esa tarde. Sin embargo, solo una de las enfermeras ese día me hizo caso y se prestó a ayudarme. Me mostró donde podía cambiarme y ponerme el  uniforme. Una vez cambiada, me reuní de nuevo con ella y me enseñó las salas y el resto de instalaciones en las que estaba estructurada la urgencia. Me encontré ante una falta de organización, un descontrol, me sentía perdida. Por lo que pude observar, no tenían costumbre de asignar una enfermera responsable de la formación de cada estudiante, e incluso me dio la sensación que algunas enfermeras no querían alumnos de prácticas.

Me pasé toda la tarde detrás de la enfermera que me ayudó. Iba con ella a todas partes a realizar las intervenciones que hubiera,  cada vez que el médico llamaba al teléfono que tenía asignado. Yo pensé que se distribuían el trabajo por zonas de la urgencia entre los distintos enfermeros, pero por lo visto no era así y todos van a lo que surge en ese momento.  Yo no estoy acostumbrada a trabajar de esa manera. La organización en el trabajo es primordial para que todo salga bien, pero he tenido que adaptarme a la forma de trabajo que tienen aquí, y tengo que decir que me ha costado seguir su ritmo.

También pude observar  la poca o ninguna conexión con el paciente. No me parece bien que entren sin llamar en los boxes, ni pregunten el nombre del paciente al que hay que administrar medicación. Mi costumbre es llamar a la puerta de los boxes o salas cada vez que voy a entrar. Este simple gesto le sorprendió a uno de los médicos  y me dijo que era la única que lo hacía y que me felicitaba por ello. Después saludo al paciente y antes de ponerle  la medicación que el médico  ha pautado, pregunto siempre por su nombre y si es alérgico a algo. La medicación la preparo y la administro con supervisión de la enfermera, me siento más segura si está ella, porque tengo la incertidumbre de si seré capaz de aplicar tratamientos farmacológicos, sobre todo parenterales.  También notaba recelo, inseguridad y nervios por falta de conocimientos en relación con la preparación y administración de ciertos fármacos. El miedo al error lo tengo presente en todo momento, que poco a poco se va transformando en respeto y prudencia,  ya que un error por pequeño que sea, puede comprometer la salud e incluso la vida de la persona que es atendida.

Hay momentos positivos que son inolvidables. Uno de ellos es la primera vez que realicé una técnica yo sola, como por ejemplo, la administración de medicación endovenosa, la canalización de una vía, un vendaje, una cura, etc.  Además, me hacía sentir bien que la enfermera me diera responsabilidad y  que me enviara a mi sola a realizarlo porque confiaba en que lo iba a hacer bien.

El paciente cuando llega a urgencias se le hace un checklist en la entrada, que es una hoja de verificación sobre  si ha tenido o no sintomatología de Covid-19, o ha estado en contacto con alguna persona de riesgo. Depende de las respuestas y el motivo por el que acude al servicio de urgencias, se le da una prioridad y se le ubica en una sala de espera (zona limpia)  u en otra sala (“zona sucia”). Cuando el paciente sea visto por el médico, este puede considerar que le sea realizada si considera oportuno por su valoración,  una PCR o una prueba de antígenos. Si el resultado es positivo, se le avisará al paciente telefónicamente a su domicilio.

A los pacientes más graves se les atiende con rapidez en la zona de críticos, el médico le realiza el reconocimiento y valoración. Se le hace un electrocardiograma, toma de constantes, canalización de vía venosa periférica, se extrae muestras de sangre, orina, se le administra medicación, sueroterapia pautada por el médico e incluso muestra de PCR por si ingresa. Se le monitoriza si es necesario. En estas ocasiones colaboro con la enfermera a realizar el electrocardiograma, envío las muestras al laboratorio, le ayudo a cargar la medicación que me va indicando. Es un momento de estrés en el cual hay que tener los cinco sentidos puestos en lo que estás haciendo y valorando continuamente al paciente por si hay algún tipo de cambio.

Las auxiliares de enfermería hacen tareas administrativas al registrar en el ordenador las prestaciones recibidas de cada paciente aparte de sus propias funciones. Solo hay una por turno, así que intento colaborar con ellas todo lo que puedo.

Según van pasando las semanas, me voy adaptando más a la unidad, al personal  que cada vez se involucran más en mi aprendizaje, a los pacientes que llegan,  que se les trata de su patología y luego se van a sus domicilios o a las plantas de hospitalización, si son ingresados.

Lo más gratificante es que la familia y pacientes que trato como estudiante en prácticas te manifiesten su agradecimiento, cariño y reconocimiento a los cuidados y atenciones que he realizado. Al llegar a ese punto, me hace pensar que no solo hay que ser un buen profesional, sino también empático y muy humano. En algunas ocasiones, el paciente me ha felicitado después de realizar una técnica y me he sentido agradecida y satisfecha por la valoración positiva recibida. Cuando esto ocurre, hace que sienta mucha ilusión y alegría, con ganas de seguir con esta profesión que desde mi punto de vista, es una de las más bonitas y gratificantes y en ocasiones poco valoradas.

Están siendo las prácticas donde más soltura en las técnicas he adquirido, sin embargo, aprender  por qué se hace, saber cuándo debes hacerlo, eso es más complicado y más importante. También, incluso he tenido un par de ocasiones que he suturado  unas heridas y me ha hecho recordar  la técnica, que en la universidad nos enseñaron en las prácticas de aula.

Me siento con mayor seguridad en la realización de las técnicas, que en algunas ocasiones me dan la confianza para realizarlas sola, como canalizar una vía venosa, extraer una muestra de sangre, realizar algún vendaje, realizar las curas de pacientes que vienen todos los días y he seguido y visto la evolución de su herida. Disfrutando cada día que pasa, con ganas de seguir aprendiendo y haciendo lo que me gusta. Cada vez tengo mayor autonomía, más implicación y preparación aunque siempre bajo la supervisión de la enfermera.

Cada día, al salir de las prácticas, me doy cuenta, que desde que tengo más soltura y confianza, tanto con las enfermeras como con las auxiliares de enfermería, me he llegado a creer que ya me queda poco para ser verdaderamente una enfermera. Espero que pueda acabar mi formación de prácticas con éxito.

Ahora estoy en mi último año de carrera y no me puedo creer haber llegado tan lejos. Me siento muy orgullosa de mi misma y a pesar de las dificultades y de lo duro que ha sido todo el camino recorrido, voy a poder conseguir uno de mis grandes sueños, ser enfermera.

 

 

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