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31 agosto 2021
Autor: Nerea Garrido Llamas
Duración aproximada de lectura: 5 min

EnfermeraLa primera vez que entro a un hospital, a pesar de que el miedo y la inseguridad me acompañan las primeras semanas, las ganas de poner en práctica todo lo aprendido son inmensas. Percibo que me faltan muchos conocimientos y la desconfianza hacia mí misma me hace dudar de cada paso que doy. Dudo al realizar una cura, estoy indecisa al medir la glucosa, siento inseguridad al repartir medicación, torpeza en el manejo el aparato de la tensión arterial, error en la canalización de las vías periféricas y un caos en miles de técnicas propias de enfermería que hacen que tras cada turno me replantee si de verdad todo el sacrificio de los años anteriores ha merecido la pena.

Tras varias semanas presionándome a mí misma y culpabilizándome, creo que es hora de por fin adoptar una actitud más optimista, dejar a un lado este miedo que no me deja disfrutar de la grandiosa profesión y poder brindar a los pacientes los cuidados que se merecen.

Conozco el caso de un paciente que me impacta, ya que de un día para otro su vida dio un cambio radical. Antes de lo ocurrido tenía una vida completamente saludable y activa. Tenía a su familia y sus hijos que le aportaban felicidad y alegría. Disfrutaba de su trabajo y pasaba mucho tiempo con sus amigos compartiendo momentos y realizando juntos deporte. Tras sufrir un accidente laboral, se encuentra en estado crítico. Le diagnostican un hematoma intracraneal y le intervienen de urgencia para realizarle una craneotomía y extraer la sangre que está comprimiendo su cerebro y además poniendo en riesgo su vida. La familia, destrozada y apenada, tiene que asimilar la nueva realidad de la mejor manera posible. La paciencia será una cualidad indispensable que tendrán que trabajar durante este largo proceso de recuperación.

En el ingreso a planta analizamos los diagnósticos y hacemos un plan de actuación para abordar los problemas, para la posterior planificación de cuidados de enfermería. Es portador de sonda urinaria y rectal, sonda nasogástrica, está traqueostomizado con una cánula no fenestrada y tiene falta de la movilidad de gran parte de su cuerpo.

Por tanto, con ilusión por ofrecer más y mejores cuidados le realizamos diariamente la cura de la herida quirúrgica, previniendo infecciones que pueden complicar su enfermedad. Mantenemos limpia la traqueostomía, evitando infecciones, taponamientos u obstrucciones, y en consecuencia, problemas respiratorios. Con frecuencia se necesita aspirar regularmente la traqueostomía para mantener la cánula sin demasiada mucosidad o secreciones provenientes de los pulmones. Además, para evitar la sequedad de la boca y la aparición de grietas, llevamos a cabo la higiene bucal con un antiséptico oral, proporcionándole la máxima confortabilidad. También, procuramos conservar la integridad completa de la piel, reforzando las medidas higiénicas para mantener la función protectora y junto a los cambios posturales ayudamos a prevenir la aparición de ulceras por presión. Poco a poco, observo mejoría en su calidad de vida y me llena de alegría y satisfacción. Se procede a la decanulación de manera progresiva y recupera el habla de manera significativa. También quitamos la sonda rectal, y además observas que gracias a la ayuda de la rehabilitación, la movilidad de los miembros inferiores y superiores le mejora. A pesar de que la paciencia por momentos se agota y que aún faltan meses de recuperación, intento darle fuerza y ánimos. Notas que su mirada y expresión por momentos se transforman y cuando sonríe te llena de satisfacción. En este instante me siento privilegiada de haberle ofrecido un cuidado de calidad y tras recibir sus palabras de agradecimiento me hacen sentir orgullosa del trabajo realizado.

Todo lo mencionado es cuidado básico que realizamos diariamente y entra dentro de nuestras competencias, con el fin de proporcionar al paciente su máximo bienestar y satisfacer sus necesidades. Pero la enfermería llega mucho más lejos y el concepto que tenía antes de cuidar poco a poco va creciendo y se va llenando de sentido. Al principio solo me centraba en poner en práctica las técnicas aprendidas, y lo me causaba mucha inseguridad, al final, son detalles mínimos que el paciente, en muchas ocasiones, no percibe. Que realizar una de esas técnicas bien a la primera no iba a definir mi profesionalidad, porque estas, con el tiempo, se mejoran y se perfeccionan. En cambio, la habilidad de cuidar de forma integral a la persona, y no al paciente, es lo que diferencia los cuidados sobre la calidad en el cuidado. Debemos valorar desde las perspectivas física, emocional y espiritual a cada persona; darle el valor y el respeto que cada uno tiene; intentar cubrir sus necesidades de una forma individualizada, ya que estas repercuten en la evolución de su enfermedad; tener en cuenta la comunicación verbal y la no verbal, ya que esta también desempeña un papel muy importante y es uno de los factores clave para prestar un cuidado integral: la mayoría de las ocasiones no es tan importante lo que se dice si no como se le dice; atender sus inquietudes y analizar sus miradas, gestos y expresiones; dar el derecho a conocer el estado de su enfermedad e informar de lo que se le vamos a realizar  cada vez que entramos a su habitación, ya que obtener una comunicación óptima supone mejorar la calidad de vida y satisfacción tanto de los pacientes como de sus familiares.

Es una profesión única, que viene ligada a los valores y principios de cada uno y es un reflejo del cuidado que demuestro a mis pacientes. Las enfermeras no solo cuidamos, brindamos nuestro apoyo, nuestro amor, nuestra confianza. Somos capaces de ponernos en el lugar del paciente y empatizar con él de tal manera que llegamos a transformar las miradas en palabras. Cuando sienten miedo estamos para aliviar su ansiedad. Cuando no entienden les educamos y ayudamos. Cuando lloran les escuchamos y apoyamos. Cuando ríen nos alegramos y reímos a su lado. Cuando sufren les ayudamos e intentamos paliar el dolor. En definitiva, somos el soporte emocional del paciente y estamos a pie de cama siempre que nos necesiten.

Cabe destacar que esta profesión no solo llena de vida a las personas más vulnerables y en sus momentos más complicados, si no que ellos también me proporcionan unas cualidades que me hacen madurar y crecer como persona. Me hacen reflexionar sobre la actitud que adoptas tú día a día y sobre las quejas que realizamos ante ciertos problemas. También, me enseñan a valorar lo que tengo de otra manera y a dar la importancia que se merece a lo que de verdad es importante. Aprendo a disfrutar de los momentos y de las personas que me rodean, sin pensar en lo que vendrá.

Luchar por que esta profesión obtenga el reconocimiento que se merece es un objetivo que debemos conseguir. Debemos dar conocimiento acerca de las funciones que ejerce nuestra profesión, tanto en lo asistencial como en lo docente, en el ámbito administrativo y el investigador. Somos el principal sostén de los cuidados de las personas a lo largo de su ciclo vital. Jugamos un papel muy importante y necesario en la sociedad. Somos independientes y valiosas y nos deben cuidar porque en algún momento de tu vida nos vas a necesitar y ahí estaremos para cuidarte.

 

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